Un caso
real dentro del aula.
La segunda semana de estar
haciendo prácticas en el centro de educación infantil, me encontré ante un
pequeño conflicto entre dos alumnos. Mario y Lucas, de tres años cada uno.
Volvíamos del patio, y todos
los niños estaban sentados en las mesas para beber agua. Cuando Mario, de
repente, mordió a Lucas en el brazo. El agredido, empezó a gritar y llorar, y
fue corriendo hacia la profesora. Cuando el “agresor” se dio cuenta que
realmente había hecho daño a su compañero, también se puso a llorar. La
profesora, intentó calmar a Lucas, pero viendo que no paraba su agonía, lo dejo
sentado en la alfombra y se fue a hablar con el otro niño.
Al principio pensaba que lo
iba a reñir, pero cuando ella realmente se dio cuenta que estaba afectado,
dialogó con él. Le explicó, de muy buenas maneras, que estas cosas no se
hacían, que si tenía algún problema con algún compañero había que hablarlo, no
agredir ni recurrir a la violencia. Mario poco a poco, fue parando de llorar y
expuso a la maestra, que no quería hacerle daño, que lo sentía mucho. De
repente, el niño se levantó, sin que la profesora le dijera nada, y se dirigió
a su compañero, Lucas, para pedirle perdón. Los se abrazaron y ya se pasó el
enfado.
Personalmente, creo que esta
profesora trabaja constantemente la empatía dentro del aula y el diálogo. Por
esto, hace que los niños, aunque a veces olviden cuales son las normas, sepan
retroceder e intentar arreglar los pequeños problemas que pueden surgir en el
día a día.
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